Reseña en La Voz de Galicia.
domingo, 26 de octubre de 2008
domingo, 12 de octubre de 2008
Concierto Batital
Batital sigue acrecentando su leyenda con una meritoria participación en las fiestas de San Froilán de Lugo.
miércoles, 20 de agosto de 2008
viernes, 30 de mayo de 2008
Concierto Batital
A CASA DA MÚSICA ACOLLE ESTA FIN DE SEMANA UN DOBRE CONCERTO: PENAS DE RODAS E BATITAL. 30/5/2008.
Será mañá, sábado 31 de maio, a partir das 22:00 horas.
A Casa da Música de Lugo que depende da Concellería de Xuventude que dirixe Carmen Basadre, continúa coa súa programación de concertos para as fines de semana. Mañá, sábado 31 de maio, actuarán neste local os grupos Penas de Rodas e Batital a partir das 22:00 horas.
A Casa da Música de Lugo que depende da Concellería de Xuventude que dirixe Carmen Basadre, continúa coa súa programación de concertos para as fines de semana. Mañá, sábado 31 de maio, actuarán neste local os grupos Penas de Rodas e Batital a partir das 22:00 horas.
PENAS DE RODAS.
Música tradicional galega. O grupo naceu no ano 2006 como froito dos obradoiros de música desenvolvidos pola Asociación Cultural Penas de Rodas, de Gaioso (Outeiro de Rei, Lugo).
Os principais obxectivos do grupo son intentar manter vivos o patrimonio e a tradición musical herdadas dos vellos gaiteiros e fomentar o interese pola música tradicional galega na súa zona de influencia.
O grupo, que conta con seccións de gaita e percusión, fixo a súa presentación en público en agosto de 2006, coincidindo co XXV aniversario de celebración da popular Romaría de Penas de Rodas.
O seu estilo é fiel ao Folk Tradicional Galego. Nesta ocasión, interpretarán diferentes pezas musicais:
-Pasodoble da Pastoriza, Muiñeira do Chao, Muiñeira de Lugo, Xota Roubada, Pasodoble de San Roque, Valse de Taramundi, Ventosiño, Muiñeira de Trasmonte, Muiñeira de Piornedo, Xota de Lugo, Pasodoble do Berbés.
Os principais obxectivos do grupo son intentar manter vivos o patrimonio e a tradición musical herdadas dos vellos gaiteiros e fomentar o interese pola música tradicional galega na súa zona de influencia.
O grupo, que conta con seccións de gaita e percusión, fixo a súa presentación en público en agosto de 2006, coincidindo co XXV aniversario de celebración da popular Romaría de Penas de Rodas.
O seu estilo é fiel ao Folk Tradicional Galego. Nesta ocasión, interpretarán diferentes pezas musicais:
-Pasodoble da Pastoriza, Muiñeira do Chao, Muiñeira de Lugo, Xota Roubada, Pasodoble de San Roque, Valse de Taramundi, Ventosiño, Muiñeira de Trasmonte, Muiñeira de Piornedo, Xota de Lugo, Pasodoble do Berbés.
BATITAL.
Baixo a máxima de Miguel de Cervantes: “Donde hay música no puede haber cosa mala”, naceu Batital en novembro de 2007. Xurdiu da inquietude dun grupo de lucenses, coma unha homenaxe aos ritmos e aos sons, un constante experimento para o oído, unha loita sen cuartel coa rutina diaria e unha forma de ilusionarse pola vida a través da música.
Dende a bossa-nova e a música clásica ata ó tango, pasando polo bolero, o folclore galego, o blues, o charlestón, o swing ou o fado. Versións orixinais e composicións propias con letras en galego mestúranse nun apaixoado percorrido polos distintos estilos musicais, empregando, xunto á batería, a frauta, a guitarra eléctrica o acordeón ou o timple, instrumentos de pulso e púa noutros tempos de gran arraigo en Galicia, pero que parecen hoxe esquecidos na nosa terra, como a mandolina, o laúde e a bandurria .
Os lucenses interpretarán os seguintes temas:
-Lela, María Lisboa, O tango de Manuel, Se sorris, e Carlitros.
Dende a bossa-nova e a música clásica ata ó tango, pasando polo bolero, o folclore galego, o blues, o charlestón, o swing ou o fado. Versións orixinais e composicións propias con letras en galego mestúranse nun apaixoado percorrido polos distintos estilos musicais, empregando, xunto á batería, a frauta, a guitarra eléctrica o acordeón ou o timple, instrumentos de pulso e púa noutros tempos de gran arraigo en Galicia, pero que parecen hoxe esquecidos na nosa terra, como a mandolina, o laúde e a bandurria .
Os lucenses interpretarán os seguintes temas:
-Lela, María Lisboa, O tango de Manuel, Se sorris, e Carlitros.
miércoles, 30 de abril de 2008
El sótano.
“Pero entonces noté que se fatigaba, se desesperaba.
Volvió a gritarme, hundiéndose ya: - ¡Gordo... Gordo!.
Traté de remar, pero... seguía siendo inútil, como la primera vez”.
Relato de un náufrago. Gabriel García Márquez.
ANA.- "Néstor, cariño. Creo que ha vuelto a estropearse la caldera. Esta mañana he tenido que ducharme en agua fría".
NÉSTOR.- "Bueno, no cabe duda de que te habrás espabilado más que de costumbre".
ANA.- "¡Muy gracioso!; pero llama sin falta al técnico para que lo arregle".
NÉSTOR.- "Vete tranquilla, así lo haré...".
"... ¡Llamar a un técnico!, cuando lo más probable es que sea una pequeña obstrucción en alguna cañería. Como la última vez, que por media hora de trabajo, se enriquecieron a mi costa esos fontaneros de tres al cuarto. Esto lo arreglo yo ahorrándome un buen dinero".
Néstor bajó al sótano de su casa. Era un lugar sombrío y muy húmedo como consecuencia de la proximidad de un acuífero. Su sinusitis y esa condensación vaporosa le hacían restallar su cabeza.
La caldera estaba al fondo del sótano, donde la pesadez del ambiente dificultaba sobremanera su respiración.
"... ¡Llamar a un técnico!, cuando lo más probable es que sea una pequeña obstrucción en alguna cañería. Como la última vez, que por media hora de trabajo, se enriquecieron a mi costa esos fontaneros de tres al cuarto. Esto lo arreglo yo ahorrándome un buen dinero".
Néstor bajó al sótano de su casa. Era un lugar sombrío y muy húmedo como consecuencia de la proximidad de un acuífero. Su sinusitis y esa condensación vaporosa le hacían restallar su cabeza.
La caldera estaba al fondo del sótano, donde la pesadez del ambiente dificultaba sobremanera su respiración.
Aquello era un gran amasijo de tuberías, válvulas y manómetros. Justo en medio se encontraba el quemador de gas-oil, que semejaba una gran boca con dientes de acero. Lo cierto es que la suciedad que la cubría y lo umbrío de su situación, le daban un aspecto tenebroso.
Buscó su caja de herramientas, que estaban en frente justo de la caldera, a unos escasos tres metros. A eso se reducía el habitáculo: un cuadrado estanco de 3 x 3, y no más de dos metros de altura.
Cuando cogió la caja, una enorme y negra araña cayó desde el anaquel superior, yendo a posarse sobre su mano. El susto hizo que la dejase caer y ésta se estrelló contra el suelo provocando un sonido estrepitoso. Maldijo al bicho, mientras oía como su cuerpecito crujía al ser aplastado por la suela de su zapato.
Recogió un par de llaves inglesas, y una de tubo, y se puso manos a la obra.
Comenzó golpeando, sin demasiado convencimiento, la estructura metálica, intentando que la propia caldera soltase algún quejido indicador de la avería. Fue infructuoso.
Accionó el mecanismo de arranque varias veces, pero no consiguió nada. Parecía que el problema era que el agua no llegaba a la zona del quemador.
Buscó la tubería principal de entrada de agua fría machacándola sin remisión, hasta que por una de sus juntas comenzó a salir lo que en principio era un hilillo acuoso, pero que en pocos segundos, comenzó a convertirse en un apreciable chorro.
-¡Vaya!- pensó, -ahora tendré que salir de casa y cerrar la llave de paso; -y lo que era peor aun ¡tendré que llamar a los fontaneros!-. Descolgó la escalerita extensible del techo, subió los tres peldaños, y accionó la manija de la trampilla, que estaba situada en el techo. Pero cuál fue su asombro cuando se percató que el pomo no cumplía su cometido y hacía retraer la cuña, sino que giraba sobre sí, volviendo una y otra vez a la misma posición.
Mientras tanto, el tubo expulsaba el líquido con pasmosa rapidez, habiéndose creado en el suelo del sótano un manto de gélida agua, que iba escalando centímetros sin poder hacer nada para evitarlo.
Bajó. El agua cubría sus tobillos, y notaba como iba haciéndole cosquillas a medida que el nivel se elevaba.
Buscó entre todos esos trastos viejos, algo que le sirviese para taponar la fuga mientas que su mujer no regresaba del trabajo.
Cogió un vestido e hizo un tapón como pudo con unos jirones, pero ésto sólo era efectivo mientras permanecía seco; después la presión se encargaba de expulsarlo.
Entonces, mientras el agua ya sobrepasaba sus rodillas, utilizó el mango de una vieja escoba, que encajaba en el orificio de la tubería.
Para incrustarlo tuvo que golpearlo fuertemente con un martillo, con tan mala fortuna, que provocó una deformación excesiva de la cañería, terminándose ésta de romper definitivamente.
Ahora sí, el agua casi le alcanzaba el pecho; y con la celeridad con que se anegaba todo, calculó que llegaría al techo en menos de cinco minutos. En ese instante el pánico comenzó a atenazarle los músculos; pensó en gritar, pero desde el sótano, y sin un solo orificio, sería casi imposible que nadie le oyese.
¡Y todavía faltaban treinta minutos para que Ana regresase a casa!.
Buceó, y se hizo con una llave inglesa. Intentó golpear la trampilla desde la escalerita, pero no consiguió nada por la robustez de la chapa, y por el poco margen de maniobra que el agua dejaba de su brazo, perdiendo cada vez que lo sumergía casi todo el impulso.
Ya ni siquiera la pequeña escala le servía de refugio, y tenía que dejarse flotar y levantar mucho la cara, para aprovechar el ínfimo espacio que separaba el nivel del agua del techo.
Entonces, las fuerzas comenzaron a flaquearle. Casi no podía seguir moviendo sus piernas; entre el agotamiento y el frío se habían convertido en lastre que lo arrastraba al fondo.
Llegaron las primeras inmersiones involuntarias. El agua, entraba en sus pulmones, y la sensación de anoxia era patente. ¡Estornudaba!. ¡Escupía!. Vomitaba una mezcla de agua con su propia saliva y jugos procedentes del estómago.
El pánico se adueñó de él por completo, y pensó que lo mejor era que abandonase la lucha, y se encomendase a Dios.
Aprovechó los diez centímetros de espacio vital que le quedaban y se arrepintió de todo aquello que había hecho mal en su vida.
Entonces escuchó unas voces que provenían del exterior de la casa. Unas voces muy potentes; quizás de un megáfono. Cuando estuvieron más cerca pudo oír con claridad: -"¡¡Por avería en la red, nos hemos visto obligados a cortar el suministro de agua hasta nuevo aviso!!".
Ana regresó por fin a casa. Entró y llamó a Néstor. Solamente oyó como contestación una risa que parecía provenir de: EL SÓTANO.
Entonces escuchó unas voces que provenían del exterior de la casa. Unas voces muy potentes; quizás de un megáfono. Cuando estuvieron más cerca pudo oír con claridad: -"¡¡Por avería en la red, nos hemos visto obligados a cortar el suministro de agua hasta nuevo aviso!!".
Ana regresó por fin a casa. Entró y llamó a Néstor. Solamente oyó como contestación una risa que parecía provenir de: EL SÓTANO.
viernes, 29 de febrero de 2008
La clave.
“No os tomeis la vida demasiado en serio;
de todas maneras, no saldréis vivos de ésta”.
Bernard de Fontenelle.
Pocos recuerdos tengo de él. Aquel hombre amable y jovial, que trataba de encontrar siempre el sentido práctico y divertido de la vida. Mi padre decía que eso precisamente era lo que le ayudó a alcanzar la nada desdeñable edad de ochenta años.
Sólo pude disfrutar de su compañía durante algunos años de mi infancia. Aquellos veranos en la casa familiar, son ahora un grato y vago recuerdo en mi memoria.
La vida transcurría muy lentamente, como las imágenes de una película cuando describen un bello paisaje. El reloj de sol, parecía proyectar su sombra más allá de su recuadro, alcanzando mi propio corazón.
Sí que alcanzo recordar las tardes en el porche, sentado junto a mi abuelo, balanceándonos en el asiento de la mecedora.
Y recuerdo aquella gran sortija de oro, con una piedra roja a la que mi abuelo atribuía poderes mágicos.
Desde siempre me fascinó esa piedra, y en más de una ocasión, le pedí a mi abuelo que algún día me regalase el anillo. El se limitaba a contestarme que sin duda lo haría, y no cesaba de repetir una frase que para mí no tenía ningún significado: LIBRIS EST CLAVIS.
Pasaron los años, y mi abuelo falleció. Todos lloramos amargamente su pérdida, pues era un hombre sin parangón, muy querido por todos. Mi abuela, quizás por el dolor, no tardó mucho en seguirle.
Como buen abogado, mi abuelo hizo antes de morir, testamento ológrafo, que mi padre encontró en su despacho, y se encargó de llevarlo ante el juez para protocolizarlo.
Había hecho una partición equitativa entre mi padre y mis tíos. Pero, además, contenía una disposición no testamentaria, que se refería a mí, donde lo único que se podía leer era: "LIBRIS EST CLAVIS".
Lo cierto es que no le di en su momento demasiada importancia. Sí lo hice más adelante, cuando me introduje también en el mundo del derecho, y cuando todos nos habíamos percatado de que el anillo del abuelo había desaparecido. Nadie lo había vuelto a ver desde su muerte.
Entonces, relacioné este hecho con la frase del testamento, y para mí todo cobró sentido: mi abuelo había hecho un acertijo para que yo descubriese la sortija de los juegos de mi infancia.
Pero, ¿qué significaba "Libris est clavis"?.
No tenía ni la más remota idea.
En un principio, pensando en la formación jurídica de mi abuelo, descompuse las letras iniciales de cada palabra, formando las siglas: LEC, equivalentes a: Ley de Enjuiciamiento Civil. Así que me dirigí a su biblioteca, cogí el vetusto código decimonónico, pero no hallé nada fuera de lo normal.
Ante mi frustración, dejé el tema de la búsqueda, apartado durante un tiempo.
Un día, cuando regresaba al pazo familiar, entrando con el coche, me fijé en algo que tantas veces había visto, pero nunca detenidamente. El viejo escudo de piedra, que se alzaba en un lateral de la casa, contenía entre otras cosas, una inscripción. Con la ayuda de una escalera, me acerqué y cuál fue la sorpresa: la frase "Libris est clavis" aparecía grabada en el granito, y debajo el dibujo de un libro.
Volví a la biblioteca y esta vez, consulté los archivos en el ordenador. Pulsé la tecla del ratón, picando en la letra "L", y ahí apareció entre: Leyendas de Bécquer y Lourdes de Emilio Zola, la enigmática Libris est clavis (la llave está en el libro). Estaba marcado con el nº 1026. No fue difícil encontrarlo.
Era una especie de manuscrito, encuadernado en rústica con cuatro tejuelos, leyéndose en uno de ellos, el nombre de mi abuelo.
Sentía una mezcla de emoción y ansiedad, porque parecía que por fin podría desvelar el misterio que mi ascendiente se había llevado a su tumba.
Abrí el libro, pero para mi exasperación, éste no daba ninguna respuesta, sino que complicaba aún más el asunto. En él parecía lo que semejaba una historia, y al final, un conjunto de palabras inconexas, pero que revelaban lo que sin duda era un mapa de un tesoro:
"... Afuera, bajo el roble
hallarás el tesoro del hombre más noble.
Sólo pega tu oreja
al orificio que tiene la corteza.
A partir de ahí diez pasos derecho
sin desviar ni un ápice el pecho.
El radio es cuatro
si lo haces mal, te desvías un rato.
Desde el centro nordeste
cava de forma agreste...".
Salí al jardín, y menos mal que sólo había un único roble, en el que, en efecto, un gran orificio lo identificaba sin ningún género de duda.
Coloqué mi cabeza a la altura de la oquedad, preguntándome qué oreja sería. El hecho de tener que caminar diez pasos, sólo me daba la posibilidad de que fuese la oreja izquierda.
Eché a andar, teniendo en cuenta que la estatura de mi abuelo era menor que la mía actualmente.
Cuando me detuve, saqué la cuerda que tenía en el bolsillo, con cuatro metros de longitud. Clavé una pequeña estaquita en el espacio central entre mis pies; desenrollé el cordel, e hice el círculo completo.
Después, desde el centro nuevamente, y con ayuda de una brújula, determiné el nordeste, trazando una línea recta hasta el punto tangencial del círculo.
Una vez allí, lo señalé convenientemente, y traje del garaje una pequeña pala. Supuse que no estaría a mucha profundidad aquéllo que estaba buscando. Fuere lo que fuese.
Escarbé la húmeda tierra, y a medio metro aproximadamente, me topé con un cofre metálico de un color anaranjado.
Lo extraje, y lo limpié por fuera.
En esos momentos, me invadía la emoción; había sido capaz de resolver el enigma que tantos años me había preparado mi abuela. Mi corazón resonaba en mi sien y casi podría sus latidos. Era una sensación como la de aquel que hace algo prohibido.
Con la ayuda de una ganzúa, pude abrir la caja, y sacar su contenido. Era una especie de paquete, envuelto en una de esas bolsas plásticas herméticas. Rajé convulsivamente la bolsa, y quedó libre un recipiente forrado por papel de regalo. Quité un papel y apareció otro. Me deshice del segundo y surgió otro carro, una nueva piel. Así hasta cuatro veces. ¡Y por fin el último!.
Cuando lo hube desenvuelto, me sorprendí con un libro entre mis manos cuyo título era:
"EL JUDO Y SU TÉCNICA".
de todas maneras, no saldréis vivos de ésta”.
Bernard de Fontenelle.
Pocos recuerdos tengo de él. Aquel hombre amable y jovial, que trataba de encontrar siempre el sentido práctico y divertido de la vida. Mi padre decía que eso precisamente era lo que le ayudó a alcanzar la nada desdeñable edad de ochenta años.
Sólo pude disfrutar de su compañía durante algunos años de mi infancia. Aquellos veranos en la casa familiar, son ahora un grato y vago recuerdo en mi memoria.
La vida transcurría muy lentamente, como las imágenes de una película cuando describen un bello paisaje. El reloj de sol, parecía proyectar su sombra más allá de su recuadro, alcanzando mi propio corazón.
Sí que alcanzo recordar las tardes en el porche, sentado junto a mi abuelo, balanceándonos en el asiento de la mecedora.
Y recuerdo aquella gran sortija de oro, con una piedra roja a la que mi abuelo atribuía poderes mágicos.
Desde siempre me fascinó esa piedra, y en más de una ocasión, le pedí a mi abuelo que algún día me regalase el anillo. El se limitaba a contestarme que sin duda lo haría, y no cesaba de repetir una frase que para mí no tenía ningún significado: LIBRIS EST CLAVIS.
Pasaron los años, y mi abuelo falleció. Todos lloramos amargamente su pérdida, pues era un hombre sin parangón, muy querido por todos. Mi abuela, quizás por el dolor, no tardó mucho en seguirle.
Como buen abogado, mi abuelo hizo antes de morir, testamento ológrafo, que mi padre encontró en su despacho, y se encargó de llevarlo ante el juez para protocolizarlo.
Había hecho una partición equitativa entre mi padre y mis tíos. Pero, además, contenía una disposición no testamentaria, que se refería a mí, donde lo único que se podía leer era: "LIBRIS EST CLAVIS".
Lo cierto es que no le di en su momento demasiada importancia. Sí lo hice más adelante, cuando me introduje también en el mundo del derecho, y cuando todos nos habíamos percatado de que el anillo del abuelo había desaparecido. Nadie lo había vuelto a ver desde su muerte.
Entonces, relacioné este hecho con la frase del testamento, y para mí todo cobró sentido: mi abuelo había hecho un acertijo para que yo descubriese la sortija de los juegos de mi infancia.
Pero, ¿qué significaba "Libris est clavis"?.
No tenía ni la más remota idea.
En un principio, pensando en la formación jurídica de mi abuelo, descompuse las letras iniciales de cada palabra, formando las siglas: LEC, equivalentes a: Ley de Enjuiciamiento Civil. Así que me dirigí a su biblioteca, cogí el vetusto código decimonónico, pero no hallé nada fuera de lo normal.
Ante mi frustración, dejé el tema de la búsqueda, apartado durante un tiempo.
Un día, cuando regresaba al pazo familiar, entrando con el coche, me fijé en algo que tantas veces había visto, pero nunca detenidamente. El viejo escudo de piedra, que se alzaba en un lateral de la casa, contenía entre otras cosas, una inscripción. Con la ayuda de una escalera, me acerqué y cuál fue la sorpresa: la frase "Libris est clavis" aparecía grabada en el granito, y debajo el dibujo de un libro.
Volví a la biblioteca y esta vez, consulté los archivos en el ordenador. Pulsé la tecla del ratón, picando en la letra "L", y ahí apareció entre: Leyendas de Bécquer y Lourdes de Emilio Zola, la enigmática Libris est clavis (la llave está en el libro). Estaba marcado con el nº 1026. No fue difícil encontrarlo.
Era una especie de manuscrito, encuadernado en rústica con cuatro tejuelos, leyéndose en uno de ellos, el nombre de mi abuelo.
Sentía una mezcla de emoción y ansiedad, porque parecía que por fin podría desvelar el misterio que mi ascendiente se había llevado a su tumba.
Abrí el libro, pero para mi exasperación, éste no daba ninguna respuesta, sino que complicaba aún más el asunto. En él parecía lo que semejaba una historia, y al final, un conjunto de palabras inconexas, pero que revelaban lo que sin duda era un mapa de un tesoro:
"... Afuera, bajo el roble
hallarás el tesoro del hombre más noble.
Sólo pega tu oreja
al orificio que tiene la corteza.
A partir de ahí diez pasos derecho
sin desviar ni un ápice el pecho.
El radio es cuatro
si lo haces mal, te desvías un rato.
Desde el centro nordeste
cava de forma agreste...".
Salí al jardín, y menos mal que sólo había un único roble, en el que, en efecto, un gran orificio lo identificaba sin ningún género de duda.
Coloqué mi cabeza a la altura de la oquedad, preguntándome qué oreja sería. El hecho de tener que caminar diez pasos, sólo me daba la posibilidad de que fuese la oreja izquierda.
Eché a andar, teniendo en cuenta que la estatura de mi abuelo era menor que la mía actualmente.
Cuando me detuve, saqué la cuerda que tenía en el bolsillo, con cuatro metros de longitud. Clavé una pequeña estaquita en el espacio central entre mis pies; desenrollé el cordel, e hice el círculo completo.
Después, desde el centro nuevamente, y con ayuda de una brújula, determiné el nordeste, trazando una línea recta hasta el punto tangencial del círculo.
Una vez allí, lo señalé convenientemente, y traje del garaje una pequeña pala. Supuse que no estaría a mucha profundidad aquéllo que estaba buscando. Fuere lo que fuese.
Escarbé la húmeda tierra, y a medio metro aproximadamente, me topé con un cofre metálico de un color anaranjado.
Lo extraje, y lo limpié por fuera.
En esos momentos, me invadía la emoción; había sido capaz de resolver el enigma que tantos años me había preparado mi abuela. Mi corazón resonaba en mi sien y casi podría sus latidos. Era una sensación como la de aquel que hace algo prohibido.
Con la ayuda de una ganzúa, pude abrir la caja, y sacar su contenido. Era una especie de paquete, envuelto en una de esas bolsas plásticas herméticas. Rajé convulsivamente la bolsa, y quedó libre un recipiente forrado por papel de regalo. Quité un papel y apareció otro. Me deshice del segundo y surgió otro carro, una nueva piel. Así hasta cuatro veces. ¡Y por fin el último!.
Cuando lo hube desenvuelto, me sorprendí con un libro entre mis manos cuyo título era:
"EL JUDO Y SU TÉCNICA".
Es cierto, ¡el libro estaba lleno de claves, o llaves!.
Después de todo, mi abuelo siempre fue un bromista.
Su anillo le encontramos años más tarde en la caja donde guardaba su dentadura postiza.
Después de todo, mi abuelo siempre fue un bromista.
Su anillo le encontramos años más tarde en la caja donde guardaba su dentadura postiza.
martes, 19 de febrero de 2008
With a little help from my friends.
RECUERDOS DE RAYMOND: el Maycar, el Apolo (a pelo), la cabinita, la playita de noya, el seu, la casa Muinelo, el Yurinka a pelo, el puto Parada, el nemo pro parte testatus parte intestatus decedere potest, las helicópteros, el arroz suelto, los espaguetti con salsa de tomate, la carta corrida, el póker, el prepine, la Miri, la Piños, la del pp, la escoba, el Lamas "que desfase", y el pollo del galicia.
RECUERDOS DE DANI: Como siempre cada uno se acuerda de la misa la mitad. Yo añadiría: el Puto Parada, el "Rule of Love", el color de los pezones, los bocatas de foi-grás, atención a este sujeto que dio por cu..., Alex se lo montó con dos, foto cara-guevo, el ataque a la fuente de la plaza roja por el comando junior-senior, la garza asesinada a patadas, dí underground, pota en directo, "nowokietolk", vamos al Bingo, la meada en la pileta de la Heidi (siempre pienso en tí), fajando código penal a pelo estilo Eddy, Super-Piñeiro, los ronquidos de Josito, el ceregumil de Benito, el halo de cuescos de Benito en la chupa de Andrés, madrina el caso de compraventa me salió mal, el du bis packet del Andreas, Dani sal de la cama de matrimonio que vengo con una chati; jo Fran, qué bonita es tu casa...!, los grandes éxitos de Jou Calvo, Quique Carnota cabrón...
RECUERDOS DE FRAN 1ª PARTE. Os olvidáis de: dalle Mesi, el jamón de O Gago, morena de pelo quente de aquelo, la giñadita de Miri en el bidé de los Muinelo, las americanas y el pelegrín de Raymond, ¿de que se les habla a las americanas?, de petas y desfase, los cubatas de Don Algodón, las vueltecillas en moto a las nueve de la mañana en Peleteiro de Raymond y el menda, las fiestas de la gorda y la chupada, las amantes de furón (gorda tiracuescos, clementina...), la chaquetilla botones dorados con pañuelito de Dani, la chupilla vaquera con zapatillo castellano y calceto blanco de Marco, El Derecho “P” antes y después de Nonito, Carlos el pijo ( tú que vas de Laudrup y eres un arado que bajaste do monte.... ¡que pijo!), mis noches mágicas en Fonseca con la pitufina... y la cachada de sus padres, el parachururuchuru final de fiesta y Oscarín , Oscarín hostiado en el Maycar, Oscarín hostiado en la Cabina, Oscarín hostiado en...bueno da igual, ¿Por qué cascan tanto los Muinelo?, patada a Bartolín, los rustici, las cuádrigas, el Don Simón, los filetes rusos del Alameda, ¿la cocacola murió?, la escoba, Que maja Blanquita, ¿que coño hace aquí Ronald koeman?, la pasta de los reyes del Sr. alcalde y la mía fundida en un lupanar de la plaza roja, Nonito creyendo que ligaba en el mencionado puti, los aviones de las galerías, los B52, los cerebritos, Los COES a pelo, el porrones, los bocatas del latino de resaca, el idiota de Cólera.
RECUERDOS DE MARCO: "el sexo está sobrevalorado", arroz a pelo de nonito, introducción en vasos con bebida de pelos de los huevos de Benito, "el hielo murió, ¿oh?", "el examen me salió bien, yo creo que apruebo", "joder, que cabrón, me suspendió, "esto parece Somorra y Godoma", Andrés intentando robar estrella de mercedes y patéticamente desiste del intento por falta de folgos, etc., etc..
RECUERDOS DE FRAN 2ª PARTE: La Maradona de Furón (cállate niñato...), las absentas del Galo a pelo, el bar mundial 82 y sus maravillosos caldos, las pachangas de Rúa da Granxa, el sitio del caldo de repollo a 50 pesetas idolatrado por Carlos Amigo, los bombarderos, mis vecinas, Alellandro amigooooo, Elsaaaaa, el tema blues donguaquitón, las gafas de Jacinto antes de convertirse en Quitín Muñoz, el ya mítico Chechi, Sanma y los manquimanes, las Panama Jack de Astolfi, los chorizos de los Muinelo siempre presentes para alimentar al hambriento, las timbas en la terracilla, Lamas morreando como un lobo, como no, la Tuna (eso tendría una obra de 25 volúmenes o más), el Abrigadoiro y sus botellas, la cagada en los pantalones de Pepe Fariñas, el pictionary, el cáctus, el ruta 66, Gonzalo ¡qué válido!, los de rugby, los tigres rabiosos, el famoso economista Emanoli, los calamares anilla de Ray, las fiestas de Conxo en domingo y mayo, el examen de financiero de resaca (día antes bailando Ray y Yo en el Dúplex e Isabel: aún queda tiempo), la viciosa, Lady Laura, la amiga de la viciosa........ to be continued.
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